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COLÓN 13/02/21

ALBERTO: EL CAMINANTE DE COLÓN

Siempre a paso lento y con mirada difusa, tierna e inocente, Alberto recorrió desde temprana edad las calles de nuestra ciudad. Creció junto a varias generaciones que lo respetaron y otros tantos que no debido a su situación especial; sin embargo él siempre sonreía ante cualquiera situación.
El sol y la lluvia, el frío y el calor, la primavera y el otoño eran sus mejores amigos, los testigos de sus andanzas. En su mano la mayoría de las veces llevaba en sus manos una bolsita con comida y en la otra un jugo o bebida gaseosa. Que sana era tu mirada tu Alberto!, y al grito que me hacías cuando me veías: EI CURA!!!! Asociándome que él siempre me veía en compañía del Padre Juan Esteban, con el cual él mantuvo siempre una amistad muy sana. En función a esta relación de cariño, Alberto tocaba siempre el timbre de la casa parroquial para que el Padre Juan esteban le dé una moneda de un peso. Quizás para cualquier otra persona en su misma condición no era mucho, pero para él significaba todo, no solo por valor del dinero sino también por la amistad que se había generado entre ambos. El Padre Jun Esteban tenía una regla que era inquebrantable para los que lo rodeábamos: si en cada mandado que nos mandaba hacer, nos daban como cambio monedas de un peso, las mismas eran puras y exclusivamente para ALBERTO. A él (padre Juan Esteban) le gustaba mucho ver el brillo de sus ojos y la inocencia con que le pedía siempre lo mismo que jamás pudo negarse. De vez en cuando Alberto se animaba acariciarle la cabeza al Padre en señal de agradecimiento.
MARIO ALBERTO FOSATTI, más conocido por todos como “ALBERTO Galiusi” fue y será uno de las muchas personas que en función a su propia característica como persona, con el correr del tiempo, se convirtió en un personaje. Y eso es un logro que si lo pensamos de esta manera, no todos lo logran. Socialmente podemos desempeñar un papel/rol en nuestra comunidad pero sin embargo pasamos desapercibidos, y otros tantos se dan a conocer y se los recuerda luego por sus acciones, características, actitudes, entre otras cosas. Alberto no tenía miedo, Alberto caminaba casi sin rumbo, seguramente en busca de un lugar o personas que lo contuviesen y lo traten bien y sí que lo logró.
La memoria colectiva debe mantenerse viva y activa siempre para que personas como él no mueran en el olvido y la negación. Parafraseando a un experto en el mundo de lo funerario, podemos decir que las personas tenemos la capacidad de morir dos veces: morimos una primera vez producto de nuestra condición biológica, y morimos una segunda vez cuando se produce el olvido.
Alberto sin lugar a duda perdurará en la memoria de todos los colonenses por muchas generaciones más.
Hoy, ya habiendo partido de este mundo, ya no caminarás más las calles de Colón, pero sí podemos decir que has dejado tus huellas.
DESCANSA EN PAZ QUERIDO COLONENSE
Prof. Alejandro González Pavón
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